Es evidente que en ocasiones hablo demasiado. Quizá en demasiadas ocasiones. Y creo que debería guardar un poco de silencio. A veces me canso a mí mismo de tanto parloteo. Y el silencio es tan valioso. ¿Qué no quiero escuchar que me refugio en tanto dicho? ¿De qué verdades me escondo cuando me oculto tras tantas palabras? Cualquier pauta da pie para que me suelte. Y no paro. Pero aquí, cuando decido escribir la nota del día, encuentro un instante de silencio aquí dentro. Un instante suficiente para darme cuenta de lo absurdo de tanto decir. Un instante suficiente para valorar el silencio y darme oportunidad de reformularme. Para cuidar de las palabras. Para prometerme ser más prudente conmigo mismo. Para no morir ahogado en tantas palabras que no dicen absolutamente nada.
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