Ad líbitum

Un sonido. Una luz. Un suspiro. Una risa. Una lágrima. Un abrazo. Un prematuro rayo de verano. Un rezagado soplo de invierno.

Cualquier cosa es útil cuando se trata de recordarla. A ella o a cualquier otra. Al final todas son la misma persona. Esa que no existe a pesar de tantos rastros de su paso por mi propia existencia. Esa que no es nada a pesar de ser todo lo que me ha hecho posible subsistir.

Ya ha oscurecido. No hay rastro de eso que llamamos día. Solo noche. Infinita noche. Noche en la que habito desde... ¿siempre? Al menos desde que tengo memoria. Lo cual no es mucho decir.

Una sombra. Un silencio. Y el resto, esa mirada.

Acerca de este blog

Simplemente un lugar para compartir mis pequeñas soledades, esas que uno acumula a través del tiempo, cada vez que en el interior surge algo que el exterior no comprende. El nombre llegó inspirado por una frase de Roland Barthes.