Desahogo

De pronto por fin he estallado en llanto. Parece que eso es lo que venía haciendo falta. No me refiero a mi historia reciente. No estoy pensando en la separación de hace unos meses. Pienso en años. 20 años. Parece que este llanto lleva dos décadas esperando este momento.

En principio la válvula se abrió hace poco más de 24 horas. Pero en ese momento no brotó ni una lágrima. Ahora, minutos después de cruzar la puerta de esta habitación que hoy es lo más cercano a mi "casa", el llanto se ha dejado venir.

Apenas puedo escribir. Los ojos están empañados. Pero las manos empeñadas en soltar palabras. No sé por qué, ni para qué. Solo sé que el dolor es difícil de explicar. No pienso ni intentarlo. Solo quiero dejarme llevar.

De pronto los pocos mitos que se sostenían en pie se derrumban. Ese pequeño puñado de verdades a las que uno podía aferrarse desaparecen. Queda en cambio algo parecido a la traición. No, no lo es. No quiero pensar en esos términos. Pero esa sería en principio la palabra más adecuada.

Lo cierto es que de pronto los oídos escuchan una historia que no tiene pies ni cabeza. Una historia que me parece ficción pura. ¿En qué momento pudieron pasar esas cosas que hoy se me rebelan? ¿Cómo es posible que ni la más mínima señal de ello haya cruzado mi cabeza?

Me dicen que seguro recuerdo tal o cual incidente. Me lo dicen como intentando ayudarme a reconstruir las cosas. Pero esos referentes no existen en mi interior. Como siempre, parece que soy algo externo a mi familia. Parece que no me entero de nada. No sé quiénes son esos seres que tanto amo a mi alrededor pero de los cuales apenas sé la edad, el nombre o alguno que otro interés.

Un puñado de extraños. Y yo el más extraño entre todos. Una vez más, como tantas veces, me entero de historias que debieron pasar en mis narices y de las cuales no identifico el menor rastro.

Me siento tan débil. Tan frágil. No sé cómo reaccionar. Tan solo. Tan necesitado de un abrazo, de un hombro. Incapaz, como siempre, de aceptarlo e ir a buscarlo. Quisiera solamente desaparecer. No para siempre, es cierto. Pero sí renunciar al mundo que en todos estos años me he construido. Con ganas de empezar un mundo nuevo. Con ganas de un auténtico borrón y cuenta nueva.

Y, mientras tanto, las cosas están del carajo. Avanzan. Sin compasión. En medio de tantas tinieblas, una sonrisa se ha convertido en la esperanza. En medio del caos, no será sencillo conservarla viva. Si en las mejores circunstancias he fracasados cabalmente en empresas semejantes, es difícil asegurar que esta vez ha de ser distinto. Pero será.

Acerca de este blog

Simplemente un lugar para compartir mis pequeñas soledades, esas que uno acumula a través del tiempo, cada vez que en el interior surge algo que el exterior no comprende. El nombre llegó inspirado por una frase de Roland Barthes.