He querido venir aquí, y no he tenido el coraje, las palabras, la voluntad, o yo qué sé. Algo no he tenido. Y más allá de las notas virtuales, descubro que tampoco tengo lágirmas. Llevo días, quizá semanas, queriendo llorar, necesitando llorar. Pero no lo consigo. Y ¿para qué diablos? se preguntará más de uno. La resistencia de las lágrimas podría interpretarse como una falta de necesidad. Cuando hagan falta de han de producir y punto. No lo creo. Las necesito, las quiero aquí, y se niegan. Sigo con el interior seco, vacío. Queriendo contar mil cosas. Queriendo hacer y compartir un infinito. Y la debilidad y el vacío siguen reinando.
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