Encrucijada

No sé qué demonios estoy haciendo. Una palabra, una frase por ahí perdida, me han provocado una vez más. No puedo decir que una palabra o una frase sean responsables de mi estado. ¡Por supuesto que no! Puedo adjudicarles, cuando mucho, haber ayudado a encarnar la crisis... en palabras y frases.

Decía, e insito, no sé qué estoy haciendo. ¿En qué callejón estoy entrando? ¿Por qué lo hago? ¿Qué gano? ¿Acaso no soy consciente de los daños colaterales? Entiendo que no piense en mí pero, ¿no podría pensar un momento en los demás? ¿En ellas? ¿En ella? ¿En ti?

Lo cierto es que el terror se ha apoderado de mí. Nada nuevo. Pero, al mismo tiempo, nada conocido.

Apenas empezar a ecsribir de esto y ya está el vacío en el estómago. El corazón a tope. Y eso no es que me moleste. Incluso un poco al contrario. Me emociona. Pero, ¿después qué?

¿A dónde voy con todo esto? ¿A qué callejón te estoy conduciendo? ¿Tengo todavía oportunidad de escapar y quedarme, como siempre, contemplando desde alguna ventana?

En un primer momento pensé en esto como una oportunidad. Pero, ¿una oportunidad de qué? ¿A favor de quién?

Pienso nuevamente en esas palabras que hace tanto (¿años? ¿siglos?) quedaron archivadas en tu nombre. Y me descubro pensándolas de nuevo. Un poco del mimso modo, un poco al revés.

Me gusta el camino, pese a todo. Lo que me inquieta es hacerte entrar en él. Conducirte irremediablemente a ese terreno de dolor al que terminaré conduciéndote, porque no conozco otro destino para quien me acompañe. Quisiera, pues, encontrar el modo de tenerte cerca sin hacerte caer en el fango. Ahora que, si estoy seguro de que terminarás cayendo, quizá debería retirarme. Posiblemente aún sea tiempo.

De vuelta

Hace ya más de un año que comencé este extraño recuento de una faceta de mí que nunca he sido capaz de expresar con claridad. Quise refugiarme en otro nombre para intentar decir lo que nunca digo. Y ni siquiera así lo conseguí. Al final, siempre termino apostando por esa fórmula críptica en la que ni yo mismo sé a veces qué pretendía decir.

Uno de los propósitos que declaré en estas pequeñas soledades, era reconstruir el relato de encuentros y desencuentros que podrían catalogarse en el marco de mis pequeñas historias de amor no realizado. Con la etiqueta de "Apuntes para una historia" empecé a recolectar fragmentos. La idea surgió cuando, hace poco más de un año, una serie de reencuentros empezaron a provocarme la psoibilidad de explorar qué sería hoy de todas esas mujeres de las que alguna vez creí estar enamorado. (Digo creí, aunque en general, muy a mi manera si se quiere, creo que realmente lo estuve.)

El caso es que aquí pretendí contar una historia. Y nunca logré avanzar siquiera un poco.

Hace unos meses los reencuentros hicieron que ciertos fantasmas de mi pasado se convirtieran de pronto en protagonistas de mi presente. Pronto me sorprendió la forma en que sentimientos que uno hubiese pensado completamente archivados en el pasado empezaron a apropiarse de mis pensamientos. Cada cruce, presencial o virtual, se convirtió pronto en una nueva muestra de ese "estar enamorado del amor" que ya alguna vez reseñé en alguna parte con alguna identidad que ahora no puedo recordar.

Empecé pronto a imaginar escenarios. ¿Qué hubiese pasado sí...? ¿Podría hoy recuperar algunas de esas piezas y tratar de reconstruir el presente con ellas?

El ritmo de los latidos del corazón es un mal termómetro en mi caso, pues cualquier cosa provoca que se aceleren sin remedio. Pero el resto de las reacciones de mi organismo pueden ayudar a detectar que ciertas posibilidades vuelven a entusiasmarme cual adolescente. Sí, me siento un completo adolescente.

Conectar con el que yo era hace 10 o 15 años ha desencadenado en mí que completamente me convierta en el adolescente que era entonces. (Ya estoy nuevamente perdiendo el hilo. ¿Había un hilo? Intentaré volver al camino...)

Todo lo que digo sirva para compartir que estoy muy confundido. Todo está perdiendo sentido. Tengo muchas dudas. Los temores alimentan mi falta de voluntad y cada momento que me quedo solo me conduce a una profunda melancolía.

Una vez más me puse a leer apuntes de mis diarios de hace tiempo. Me quedé nuevamente en torno a 1998. Un año lleno de confusiones. Lleno de decisiones. Un año que marcó el resto de mi vida. He estado dando vueltas también en torno a 1996. Un año que resultó también definitivo aunque de un modo un tanto más indirecto.

Quisiera recuperar el orden un poco. ¿Tendrá alguien la paciencia de acompañarme en semejante reconstrucción?

Hace un par de meses me encontré a través de una de tantas redes sociales con V. Siempre la he considerado una de las personas que sin darse cuentra cambió mi vida. Y mis reacciones ante su reciente aparición lo corroboran claramente. En 1996 V me condujo a una de las decisiones más irracionales de mi vida. Al final, nada resultó como se suponía que debiese resultar. Y, sin embargo, insisto, cambió mi vida. Un par de meses después de esa decisión, V remataría la historia desapareciendo de mi horizonte en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, el recuerdo de esa historia que nunca fue me acompañó el resto de mis días.

14 años después una casualidad permite que nuestros caminos se encuentren, al menos digitalmente. Ella tardó en ubicarme. De hecho todavía no estoy seguro de que sepa quién soy cuando compartimos alguna idea a través de las dichosas redes. Lo cierto es que este mínimo encuentro desató una vez más la imaginación. Solo eso. Lo cual es bastante.

Otro cruce en las redes. Ahora con E. En el verano de 1998 compartimos una historia de 3 semanas. 18 días para ser precisos. 18 días que tuvieron una estela de varios meses. Hasta que, no sé bien cómo, se cruzó alguien más.

Mentiría si dijera que nunca volví a pensar en E, pero lo cierto es que si lo hice fue sin darle mayor importancia. Acaso como referente cronológico para evocar ciertos momentos. Nada más.

Y de pronto, 12 años más tarde, la tengo frente a mí. Después de compartir cinco horas, durante la larga despedida, ella calificó el encuentro de "natural". Así fue. Natural y al mismo tiempo emocionante. Dijimos cosas que no esperaba. Y no pasó a mayores. Al menos en los hechos. Porque aquí dentro, todo empezó a moverse por primera vez en mucho tiempo. Nuevas dudas, semejantes a otras, pero impulsadas por una fuerza poco ordinaria.

No sé cómo explicarlo. A lo largo de un año han sido varios los reencuentros. Y quizá éste es uno de los que esperaba menos. Nunca creí que esos 18 días (con sus dos meses de resaca) hubiese dejado una huella que se removería como sucedió este fin de semana.

Curioso. Extraño. Emocionante. Confuso. Intrigante.

Acerca de este blog

Simplemente un lugar para compartir mis pequeñas soledades, esas que uno acumula a través del tiempo, cada vez que en el interior surge algo que el exterior no comprende. El nombre llegó inspirado por una frase de Roland Barthes.